23 mar 2009

Me supone demasiado esfuerzo
hablar en un tono adecuado
cuando un drogodependiente
es un yonas
y un PSH
un vagata.

Comentar cosas como
“la heroína destrozó su vida”
cuando sé que fue el jaco
aquel que no le dejó en la cuadra,
cuando ninguna penitenciaria
hace estragos en los reos
sino que el boqui le quemó
los cojones con una vela
a ese gitanillo que bailaba
fandangos sobre las nubes
del estaribel.

Me toca la polla pensar
en proxenetas que recuerdan
a los psicólogos de la vieja Europa;
en cambio, un chulo me evoca
a la bala pendiente que tengo
para reventar cabezas a sangre fría,
sembrar justicia entre las putas
de Montera y La Puebla.

Me quema lo políticamente correcto,
en el momento en que la política y sus esbirros
vierten sangre de tomate frito en los periódicos,
en el instante en que encienden fuegos
sobre leña mojada.

Me cansa lo socialmente correcto y sus borregos
cuando tachan de incorrecto y vulgar mi vocabulario,
y usan su exquisita terminología y su arrogante división humana neocapitalista (jodidos hipócritas que hablan de Marx en el almuerzo)

Y es que, tronco, me parto la caja
de tanta palabrería y de tanto cambio,
de redes y nódulos castellianos,
si ni siquiera tenéis huevos
a mojaros y olvidar tanta mierda técnica
y decir que un yonkarra, un drogodependiente,
una puta, una persona sin hogar,
no es más que tú y yo,
un dulce y arrogante ser humano.

Nessun commento:

Posta un commento