25 gen 2010

Cumpleaños

Julián sube las escaleras
con
lenta
premura.

Ha abierto la puerta
y sobre el quicio,
el olor del viejo estofado
resuelve que aún
no es tan tarde como pensaba.

Las paredes mantienen
un deje
de moho
y en su cuarto
la vieja radio
arrugada
se sostiene sobre
un pupitre tatuado
de mil bostezos.

En la cocina,
la leche
y bajo el fondo
de la pila,
dos botellas de lejía,
en cuarto menguante,
estropajos y
nada
de
alcohol.

Camina en puntas de pie
hasta el mini bar.
Ella todavía duerme.
Vacío, como siempre.

Se acerca al lavabo
del baño que acusa
con tibia agua
marrón
la impuntualidad
que le precede.
Se enjuaga,
la cara
y
sale.

Tiene dos horas
para celebrar su cumpleaños.
Luego tendrá que regresar.

La habitación de Ella
aúlla ronquidos blandos,
de esos que abrazan
y no desvelan.

El pelo cada vez más cano
se enmaraña
con raigambre.
El bourbon colgando
de
la
mano.

Queda hora y tres cuartos.
Pronto tendrá que regresar.

Agita la mano
sobre su pecho,
luego un hombro,
luego acariciando
el pelo.

Ella,
duerme.

Apura el brik
de leche
que reposa en la encimera,
recoge la
radio
y
sale.

En el centro de acogida
le esperan:
hay una tarta de nata
con once velas
y su madre
aún duerme.

Aún
necesita
descansar.

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