15 feb 2010

lo he dejado todo dispuesto:
sobre la cama un saco,
bajo la silla la maleta.
los billetes, el pasaporte
y tintados en el pequeño estudio
la barra de carmín
y una sombra de ojos.

tamara los ha visto mil veces
y los ha oído mil más:
señora, que será sólo un tiempo,
la niña no puede estar más con usted.
hasta que la situación no mejore
la guarda la tendrá la comunidad,
¿entiende?
la
comunidad.

y tamara lo entiende
y la trabajadora social
como un perro callado
y su madre que
no deja
de
llorar.


enciendo un cigarro
y voy a la estación:
el autobús mairena-madrid
saldrá en cinco minutos.
lo tiro
y prendo otro.

el primer día, tamara
entra y ve el percal.
niños corriendo,
educadores gritando
por detrás.
le muestran las dependencias.
dormirás arriba, no te podrás quejar.
una niña grande como tú sabrá
hacer la cama, ¿no?

y a la noche
bajo las sabanas
la niña grande
comienza
a
llorar.


la batería del mp3
se está agotando
y cordoba a la siniestra
saluda lánguida
como si me intentara
atrapar.
despido a los clash
y saco el libro:
la portada
de la
niña descarnada.

la despertaron de madrugada
y a duras penas se podía mover.
en cada pie, las manos de dos niñas
agarrándola
y los brazos, en el cabecero,
anudados.
una tercera levantaba
su camiseta.
no te muevas, será peor.
no grites, no hables.

y sobre los pezones
la llama del mechero.
esa noche no se movió,
no gritó, no habló.
sólo, cuando todas
se fueron,
perdió la sensibilidad
y
lloró.

´

barajas, en la t-4,
es un cúmulo de espanto
maquillado con maquillajes
finos,
con perfumes de mujer viva
y peinada para atrás
por si acaso
y no será este el caso,
el viento se atreviera
a traspasarte un poco
y dejarte su olorcillo
de tibia felicidad.

la primera vez
que lo leyó
lo sacó de la biblioteca,
de la municipal.
llegó al centro,
a la reformatoria,
como la llamaban
( por eso de reformar
a la madre
a través de la hija)
y la vio
a la niña
mirando el foco
sin vergüenza:
Motín en el reformatorio
y dentro, como una esquela,
la historia de una vida,
no la suya.
en los ángeles hay rascacielos,
y en mairena
solo un ángel
y un cielo
bajo
el que
llorar.


ya he facturado la maleta,
tomado el café,
visto los escaparates.
camino a la sala
de fumadores
y fumo,
lo tiro:
madrid-los angeles
en quince minutos.
fumo otro
y voy a embarcar.

el día que salió,
su madre la esperaba
en la puerta de entrada.
la abrazó y la besó
sin la pasión que ella,
tamara, pensaba
tras siete meses
interna.
en casa, los abuelos
y más besos.
tres regalos de sus primas
y besos besos besos.
a la noche,
en su cuarto,
volvió a abrir el libro
y ya no hubo besos.
sólo un libro
y siete meses
en la retina
por
llorar


he salido del aeropuerto
y en los angeles
las calles se vacían
para después
volverse a llenar.
abro el plano con una mano
y en la otra
el primer cigarro
del resto de mi vida.
puede que nunca
la encuentre
porque puede que
sea irreal
pero si la veo
sabré que es ella,
la niña de la portada,
porque tendrá
mis mismas piernas,
los mismos brazos
y unos ojos
por los que ni ella
ni yo
volveremos
a
llorar.

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